jueves, 20 de junio de 2013

MARIA BARBANCHO






Por tus palabras te conocerán y por tus silencios te admirarán





               


                     EVA´S  de la A a la Z    


Eva’s

                              Bancos y Cartones

Los barrenderos inician su jornada laboral al mismo ritmo que despierta la ciudad. Es una mañana especialmente fría, como lo está siendo este invierno. Por esa razón, el Ayuntamiento ya ha puesto en marcha la campaña de todos los años, para que ni un solo mendigo duerma a la intemperie, aunque como cada año por las mismas fechas, no es tarea fácil convencer a algunos, que se niegan en redondo a abandonar sus bancos, los cajeros automáticos, los vestíbulos de las porterías, los zaguanes de los comercios o las escaleras del metro… Son sus “hogares”, lo único que les queda, un banco como cama, unos cartones como mantas y el cielo de la noche como techo. Puede no ser nada, pero para ellos es mucho y no quieren perderlo.


                             
Art`disoni Silvia


Se acerca la Navidad y las calles y avenidas se ha engalanado para fechas tan señaladas. A las puertas del instituto, chicas y chicos hacen planes para las vacaciones que en un par de días empiezan, y en el banco de la acera de enfrente, la mendiga que allí vive desde hace un año no les quita el ojo de encima. Algunos jóvenes le tienen miedo, otros se burlan de ella, pero a la mayoría les da mucha pena, pues la pobre no se mete con nadie, sólo les observa, todas las mañanas y todas las tardes, como si buscase, como si esperase a alguien.
Último día de clase y los estudiantes no llevan ni mochilas, ni libros, ni carpetas. Se han organizado eventos culturales, una comida con los padres y una fiesta por la tarde. Es un día diferente en todo, incluso, en la calle, pues esa mañana no estaba la mendiga, miraban y en el banco no había nadie. Se habrá “mudado”  de banco, pensaron. ¡Los mendigos son tan raros!
Las noticias de las nueve de la noche les acompañan mientras cenan: “…Las bajas temperaturas de la pasada madrugada se han cobrado sus primeras víctimas…”
El timbre sonó en ese momento.
¿Quién puede ser a estas horas?, se preguntaron.
Cuando cerró la puerta de la calle y regresó a la cocina, miró a sus dos hijos. Llevaban tantos años viviendo los tres solos. Padre y madre era para sus hijos, y sus hijos todo cuánto él tenía, lo más valioso, lo mejor de ella, lo más hermoso que le dejó. Su recuerdo permanente, aunque ese recuerdo quemara como una daga al rojo vivo incrustada en el pecho. No pudo retenerla a su lado, su rival se la arrebató poco a poco, sin que él se diese cuenta, o quizás, no quiso verlo hasta que fue demasiado tarde, cuando el alcohol se impuso a la razón, y lo peor, a los sentimientos. Lo intenté todo, les explicó a sus hijos el día que ella se fue para no volver. Los mejores médicos, las mejores terapias… Pero nada pudo con su adicción, nada. Ni vosotros, ni yo, ni nada, les dijo entre lágrimas. Unas lágrimas que aprendió a contener, a tragárselas para olvidarla.
Mira de nuevo la notificación del juzgado, y antes de apagar el televisor y sentarse frente a sus hijos, cerró sus ojos empañados un instante.
—Tengo que contaros una cosa, hijos —empezó diciendo con la voz tomada—. Se trata de vuestra madre…

El juez confirmó el fallecimiento de la mujer y ordenó el levantamiento del cadáver. La muerte de un ser humano, sea un Rey o un mendigo, no es un espectáculo grato para nadie, y en un par de horas, la puerta principal del instituto estaría a rebosar de jóvenes en su último día de clase.
    

 Autora: Maria Barbancho
 Ilustraciones:Art'disoni Silvia
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