MARIA BARBANCHO
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Por tus palabras te conocerán y por tus silencios te admirarán
Eva’s
GRILLETES
Grillete: Arco de hierro semicircular con sus extremos sujetados por un perno
para asegurar una cadena al pie de un presidiario…
Esa es la definición
que la Real Academia de la Lengua
Española le da a artilugio tan horrible. Horrible por su estética y por su
cometido: privar de libertad a un ser humano o a un animal… Porque, ¿qué
diferencia real existe entre las bestias y los hombres? ¿No se supone que somos
el ejemplar “perfecto” después de
millones de años de evolución? Y he dicho, bueno, escrito bien: se supone… Yo, tengo mis serias dudas.
Cuando hace años,
sentada frente al televisor de casa de mis padres, desfilaron ante mis ojos,
las imágenes de hombres y mujeres encadenados por el cuello, las muñecas y los
tobillos a unos grilletes mientras eran fustigados con gritos coléricos y golpe
de látigo a no perder el paso en un documental que repasaba la historia de la
esclavitud en el mundo, me pregunté por qué… Por qué otros hombres actuaban así
con sus semejantes. Por qué los convertían en esclavos y les arrancaban de sus
tierras por ser su piel de otro color. Por qué ya mucho antes, otros hombres,
otras mujeres, e incluso, niños, fueron encadenados a grilletes parecidos para
ser torturados en mazmorras o ejecutados en patíbulos. Por qué el ser humano es
tan inhumano a veces. Por qué no aprendemos de las bestias que no razonan pero
con su vida a la manada defienden. Somos distintos, sí… Muy distintos… La
bestia, cuando mata, no siente placer, es un mero acto de defensa o
supervivencia, alimentarse o morir… El ser humano, en cambio, no siempre mata
porque medie una razón de subsistencia o salvaguarda. Suele hacerlo por motivos
mucho más indignos y deshonestos: ambición, codicia, envidia, rencor, celos,
odio, supremacía… Sí, el equivocado pero a la vez pernicioso concepto de
creernos superiores a los demás por distintas y estrafalarias razones, color de
la piel, lengua, tradiciones culturales, políticas o religiosas, sexo…
¡Oh! Sí… La
superioridad del hombre sobre la mujer muy presente y vigente en este siglo XXI por el que llevamos unos años
caminando, pero más propio de sociedades prehistóricas cuando el macho dominaba
a la hembra a leñazos, o medievales donde la mujer era menos que nada, con
derecho a nada pero obligada por la Ley
del Hombre a todo cuánto éste
considerase oportuno, además de ser propiedad de éste, su sierva, su criada...,
su esclava. Incluso en los llamados Libros
Sagrados de las diferentes y muchas religiones de este mundo tan de hombres,
los diferentes Dioses dejan muy claro
cuál es el lugar que le corresponde a la mujer en la sociedad, una sociedad
naturalmente, diseñada y edificada sobre los pilares del pensamiento masculino,
además, de adjudicarnos el infamante y abominable estigma de la reencarnación
misma de todos los pecados terrenales
amén de ser el origen mismo de todos esos pecados, y culpables de los castigos divinos reconvertidos en las
mayores desgracias, infortunios, tragedias, fatalidades, catástrofes que asolan
al “indefenso” hombre. ¡Qué malvadas
somos las mujeres y que trabajo tan inútil el de esos Dioses creando ser tan inservible, superfluo y vil! Si no fuese
porque parimos a sus hijos garantizando así la perpetuidad de su extirpe, nos
habrían exterminado a todas.
Art'disoni Silvia |
Y todas ellas, llevaron
grilletes. Algunas los portaron físicamente. Otras, pese a no sufrirlos ni
exhibirlos en sus cuerpos, fueron esclavas igualmente de unos grilletes
invisibles encadenados a las leyes de sus hombres y de sus Dioses. Los peores grilletes son los invisibles, los que no se ven
pero se sienten. Los que no te aprisionan las muñecas, los tobillos o el
cuello, pero te asfixian en el miedo, te oprimen bajo la tiranía, te amordazan
con los silencios, te recluyen a la soledad, te ahogan en el llanto, te someten
a los golpes, te anulan con los insultos arrancándote la alegría y arrebatándote
la esperanza de ser libre algún día.
Yo conozco esos
grilletes. Estuve encadenada a ellos muchos años, demasiado tiempo. Hasta que
decidí dejar de ser esclava y volver a ser una mujer libre, huir en mitad de la
noche para buscar esa libertad que sin darme cuenta entregué seducida por un
disfrazado amor que me correspondió entregando su pasión en otros lechos que no
eran el mío, despreciando mis besos con burlas, impertinencias y maldiciones,
secando mis lágrimas y mis quejas a bofetones… Un amor que no fue amor, sino
tortura y castigo.
Ahora, por fin, ya
soy libre. He dejado de ser esclava de mi verdugo. Ya no habrá más lágrimas, ni
más gritos, ni más golpes, ni más insultos. Ya no sentiré miedo al oír la llave
en la cerradura de la puerta cuando él llega. Ya no temblaré ni agacharé la
cabeza cuando la comida no es de su agrado al sentarse a la mesa.
Se terminó ser
esclava.
Se acabó mi castigo.
Finalizó mi
penitencia.
Y, tampoco fue tan
difícil… Un vaso de agua y una caja de pastillas. Las mismas que desde hace
años me ayudan a adormecer mis angustias. No hubo adioses ni cartas de
despedida. Cerré los ojos y mi último recuerdo antes de dormirme para no volver
a despertar, es el sabor salado de las lágrimas resbalando por mi rostro
hinchado y amoratado mientras me despedía de la vida.
Mis hijos me han
traído hoy flores al cementerio. Son los únicos que lloraron mi muerte y los
únicos que siguen llorando mi ausencia. Ellos me han mantenido viva en sus
recuerdos y han sabido perdonar mi cobardía. No han dejado de amar a esa madre
que cuando eran niños se tragaba el llanto y les sonreía. Una madre, que aunque
se fue sin decirles adiós no dejó de amarles ni un solo día.
Al verdugo jamás le
perdonaron. Se alejaron de él. Se olvidaron de que existía. Se avergüenzan de
ser hijos de ese padre, que no supo ser padre, ni esposo, y hombre, tampoco.
Sigue siendo un malnacido, un tirano, un déspota, un miserable, un maltratador…
Ya tiene otra esclava
que le sirve, otra prisionera encadenada a esos invisibles grilletes.
Autora: Maria Barbancho
Ilustraciones:Art'disoni Silvia
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