jueves, 6 de junio de 2013

MARIA BARBANCHO






Por tus palabras te conocerán y por tus silencios te admirarán





               


                     EVA´S  de la A a la Z    


Eva’s



                            GRILLETES


Grillete: Arco de hierro semicircular con sus extremos sujetados por un perno para asegurar una cadena al pie de un presidiario…


Esa es la definición que la Real Academia de la Lengua Española le da a artilugio tan horrible. Horrible por su estética y por su cometido: privar de libertad a un ser humano o a un animal… Porque, ¿qué diferencia real existe entre las bestias y los hombres? ¿No se supone que somos el ejemplar “perfecto” después de millones de años de evolución? Y he dicho, bueno, escrito bien: se supone… Yo, tengo mis serias dudas.
Cuando hace años, sentada frente al televisor de casa de mis padres, desfilaron ante mis ojos, las imágenes de hombres y mujeres encadenados por el cuello, las muñecas y los tobillos a unos grilletes mientras eran fustigados con gritos coléricos y golpe de látigo a no perder el paso en un documental que repasaba la historia de la esclavitud en el mundo, me pregunté por qué… Por qué otros hombres actuaban así con sus semejantes. Por qué los convertían en esclavos y les arrancaban de sus tierras por ser su piel de otro color. Por qué ya mucho antes, otros hombres, otras mujeres, e incluso, niños, fueron encadenados a grilletes parecidos para ser torturados en mazmorras o ejecutados en patíbulos. Por qué el ser humano es tan inhumano a veces. Por qué no aprendemos de las bestias que no razonan pero con su vida a la manada defienden. Somos distintos, sí… Muy distintos… La bestia, cuando mata, no siente placer, es un mero acto de defensa o supervivencia, alimentarse o morir… El ser humano, en cambio, no siempre mata porque medie una razón de subsistencia o salvaguarda. Suele hacerlo por motivos mucho más indignos y deshonestos: ambición, codicia, envidia, rencor, celos, odio, supremacía… Sí, el equivocado pero a la vez pernicioso concepto de creernos superiores a los demás por distintas y estrafalarias razones, color de la piel, lengua, tradiciones culturales, políticas o religiosas, sexo…
¡Oh! Sí… La superioridad del hombre sobre la mujer muy presente y vigente en este siglo XXI por el que llevamos unos años caminando, pero más propio de sociedades prehistóricas cuando el macho dominaba a la hembra a leñazos, o medievales donde la mujer era menos que nada, con derecho a nada pero obligada por la Ley del Hombre a todo cuánto éste considerase oportuno, además de ser propiedad de éste, su sierva, su criada..., su esclava. Incluso en los llamados Libros Sagrados de las diferentes y muchas religiones de este mundo tan de hombres, los diferentes Dioses dejan muy claro cuál es el lugar que le corresponde a la mujer en la sociedad, una sociedad naturalmente, diseñada y edificada sobre los pilares del pensamiento masculino, además, de adjudicarnos el infamante y abominable estigma de la reencarnación misma de todos los pecados terrenales amén de ser el origen mismo de todos esos pecados, y culpables de los castigos divinos reconvertidos en las mayores desgracias, infortunios, tragedias, fatalidades, catástrofes que asolan al “indefenso” hombre. ¡Qué malvadas somos las mujeres y que trabajo tan inútil el de esos Dioses creando ser tan inservible, superfluo y vil! Si no fuese porque parimos a sus hijos garantizando así la perpetuidad de su extirpe, nos habrían exterminado a todas.



Art'disoni Silvia




Y todas ellas, llevaron grilletes. Algunas los portaron físicamente. Otras, pese a no sufrirlos ni exhibirlos en sus cuerpos, fueron esclavas igualmente de unos grilletes invisibles encadenados a las leyes de sus hombres y de sus Dioses. Los peores grilletes son los invisibles, los que no se ven pero se sienten. Los que no te aprisionan las muñecas, los tobillos o el cuello, pero te asfixian en el miedo, te oprimen bajo la tiranía, te amordazan con los silencios, te recluyen a la soledad, te ahogan en el llanto, te someten a los golpes, te anulan con los insultos arrancándote la alegría y arrebatándote la esperanza de ser libre algún día.
Yo conozco esos grilletes. Estuve encadenada a ellos muchos años, demasiado tiempo. Hasta que decidí dejar de ser esclava y volver a ser una mujer libre, huir en mitad de la noche para buscar esa libertad que sin darme cuenta entregué seducida por un disfrazado amor que me correspondió entregando su pasión en otros lechos que no eran el mío, despreciando mis besos con burlas, impertinencias y maldiciones, secando mis lágrimas y mis quejas a bofetones… Un amor que no fue amor, sino tortura y castigo.
Ahora, por fin, ya soy libre. He dejado de ser esclava de mi verdugo. Ya no habrá más lágrimas, ni más gritos, ni más golpes, ni más insultos. Ya no sentiré miedo al oír la llave en la cerradura de la puerta cuando él llega. Ya no temblaré ni agacharé la cabeza cuando la comida no es de su agrado al sentarse a la mesa.
Se terminó ser esclava.
Se acabó mi castigo.
Finalizó mi penitencia.
Y, tampoco fue tan difícil… Un vaso de agua y una caja de pastillas. Las mismas que desde hace años me ayudan a adormecer mis angustias. No hubo adioses ni cartas de despedida. Cerré los ojos y mi último recuerdo antes de dormirme para no volver a despertar, es el sabor salado de las lágrimas resbalando por mi rostro hinchado y amoratado mientras me despedía de la vida.
Mis hijos me han traído hoy flores al cementerio. Son los únicos que lloraron mi muerte y los únicos que siguen llorando mi ausencia. Ellos me han mantenido viva en sus recuerdos y han sabido perdonar mi cobardía. No han dejado de amar a esa madre que cuando eran niños se tragaba el llanto y les sonreía. Una madre, que aunque se fue sin decirles adiós no dejó de amarles ni un solo día.
Al verdugo jamás le perdonaron. Se alejaron de él. Se olvidaron de que existía. Se avergüenzan de ser hijos de ese padre, que no supo ser padre, ni esposo, y hombre, tampoco. Sigue siendo un malnacido, un tirano, un déspota, un miserable, un maltratador…
Ya tiene otra esclava que le sirve, otra prisionera encadenada a esos invisibles grilletes.

                          
Autora: Maria Barbancho
 Ilustraciones:Art'disoni Silvia
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